Esta podría ser una radiografía de lo que viven las personas que deciden migrar desde el triángulo norte de Centroamérica hacia Estados Unidos. Llegar con vida es el primer anhelo, el segundo, que sea para vivir una vida mejor. En esa búsqueda, se aprenden muchas cosas; entre ellas que no existe el “sueño americano” tal y como lo cuentan, al menos para la mayoría de las personas migrantes en situación irregular; la segunda, que quienes regresan a sus países de origen traen consigo, más retos de los que llevaban, pero también la oportunidad de usar su experiencia en su nuevo plan de vida.
Si tuviéramos una vista de pájaro del mercado municipal de San Vicente en El Salvador, seríamos testigos de un movimiento sin igual. Así son estos espacios en muchas ciudades de Centroamérica, un ir y venir diario. William Díaz Reyes tiene su negocio (y su casa) en este “lugar estratégico”, como él mismo afirma. Está ubicado donde todo sucede: transacciones, intercambios, encuentros, mientras miles de personas se movilizan para comprar y vender. Aunque el trajín es un compañero diario, el aspecto positivo de estar ubicado en el mercado es la gran cantidad de clientes que se acercan diariamente. Se trata de un lugar lleno de movimiento, pero también de mucha vida, olores, sabores y trabajadores que, como él, buscan oportunidades.
William es una persona de hablar resuelto, con las ideas claras y una amabilidad extrema. La entrada a su casa está llena de electrodomésticos de diversos tamaños, música a todo volumen, un ventilador y unos cómodos sillones que invitan a largas charlas. Tiene facilidad para comunicarse con las personas y habla con mucha seguridad sobre su emprendimiento que, aunque de reciente creación, se vislumbra exitoso.
"Hace un año que tengo este negocio. La inversión inicial no ha sido tan grande y ya tengo unos 30 clientes fijos”.
Pero esta estampa no es la misma que la de hace algunos años atrás. Aunque no lo parezca, la historia de William es la de millones de migrantes Centroamericanos detenidos y deportados de Estados Unidos sin ningún delito más que estar en situación irregular. A diferencia del viaje de ida que le tomó un mes por tierra, el de regreso fue de tan sólo de tres horas. No tuvo tiempo de recuperar ninguna de sus pertenencias más que lo que llevaba puesto. Pero sí trajo consigo un bien intangible: sus conocimientos y experiencia.
“Yo tenía un sueño de realización económica, quería darles a mis hijos oportunidades. El Salvador no me permitía proporcionarles un estudio o un buen nivel educativo de calidad debido a mi situación económica. Además, estaba el problema de la delincuencia”, explica William.
En Estados Unidos trabajó en una empresa de fabricación de paredes para edificios. Comenzó “jalando” materiales de un lado a otro, hasta que ascendió a jefe de grupo gracias a una titulación de bachiller industrial en electrónica y algunos estudios inconclusos de ingeniería electrónica que tomó en El Salvador. “Siempre quise ir a la universidad”, asegura, “pero nunca pude concretar estos planes porque tuve hijos a una edad muy temprana y mi familia era de origen muy humilde”.
En todos sus años fuera, se convirtió en soldador profesional, aprendió tanto sobre el sistema de instalación tablayeso como para trabajar en varias empresas y hasta sabe de mecánica automotriz. “Cuando llegué a El Salvador quería tener un respaldo que corroborara que yo había adquirido esos conocimientos. Entré al programa de competencias de Nuevas Oportunidades y obtuve una certificación oficial como instalador de tablayeso por medio de Cámara Salvadoreña de la Industria de la Construcción (CASALCO), Swisscontact y el Instituto Salvadoreño de Formación Profesional (INSAFORP)”; instituciones con quienes trabaja el proyecto.
“Como todos, queremos llegar a Estados Unidos para cambiar nuestra historia de vida y es muy duro regresar sin nada. Hay mucha frustración y desmotivación”.
Pero si dejar todo atrás es difícil, más lo es regresar sintiendo que todo está perdido. "Como parte del apoyo del programa, pudimos mejorar nuestras habilidades para la vida y acceder a terapia psicológica para volver a tener un incentivo; comprender que no se había acabado el mundo al regresar, dejar de lado la sensación de que la vida se termina”, relata William. Este tipo de soporte anímico permite que las personas migrantes retornadas logran reinsertarse emocionalmente en sus comunidades y familias, algo que facilita la capacidad de emplearse o crear un emprendimiento.
Pero el apoyo no termina ahí, luego del certificado las personas pueden participar de talleres de habilidades para la vida, recibir atención psicosocial, atención médica y asistencia legal. Al mismo tiempo entran en una bolsa de trabajo en la que tienen la oportunidad de obtener un empleo; o también los que quieren trabajar por cuenta propia, pueden optar por entrar en el proceso de fortalecimiento de habilidades emprendedoras y asesoramiento para pequeños empresarios, y tener la posibilidad de un capital semilla para su negocio; tal como lo está haciendo William, quien además también fue parte de quienes se acreditaron con un carnet que le autoriza a trabajar como electricista en su país, El Salvador.
Pareciera que William es imparable. Tiene tantas ideas como electrodomésticos para arreglar, y entiende bien el negocio. “Hay mucho potencial”, asegura. “Hay personas que no pueden darse el lujo de gastar 80 dólares en un electrodoméstico nuevo; entonces vienen acá y se lo reparo por 10 dólares”. Para William fue crucial obtener la licencia de electricista autorizado. Esto amplió mucho más sus perspectivas de negocio al poder hacer instalaciones eléctricas residenciales y en empresas.
La certificación, el apoyo psicológico y la formación en emprendimiento son claves para lograr la reinserción de las personas retornadas en sus países de origen.
El programa Nuevas Oportunidades ofrece un nuevo comienzo para personas como William que adquirieron experiencia en el exterior, ya sea en el área de la construcción, como electricistas, cocineros o en servicios, como, por ejemplo, recepcionistas en hoteles. Para ellos se han creado espacios donde pueden demostrar de manera práctica lo que saben hacer. Mediante un sistema de certificación en base a normas establecidas, pueden obtener un certificado emitido por el INSAFORP y avalado por la cámara de la industria correspondiente (construcción o turismo). A la fecha se han emitido más de 200 certificaciones y se ha apoyado a que más de 150 personas retornadas tengan un empleo o inicien su emprendimiento.