“Después de la formación, el proceso de montar mi negocio fue difícil, pero emocionante. Tuve que emplear con prudencia el capital que había estado ahorrando. En vez de alquilar un local en la ciudad decidí construir una cocina en la parte trasera de mi casa. Como no podía comprar enseres de repostería nuevos, contraté a un artesano local para que me hiciera a la medida las bandejas para hornear, los moldes cortadores y el horno de barro”, recuerda Kamal.
En febrero de 2019 Kamal abrió su negocio de repostería y pronto identificó un nicho de mercado. “Mis competidores sólo ofrecían productos de panadería en los diversos campamentos de Kakuma, pero no en el Asentamiento Integrado de Kalobeyei, donde se alojan la comunidad de acogida y los refugiados. Yo mismo me puse a comercializar dentro del asentamiento, y hoy en día entrego siete cubetas diarias de repostería variada. Mi producto estrella es la tarta de la reina, y en segundo lugar los bollos para el té. Como la demanda y la producción aumentaban constantemente, contraté un ayudante”.
Cada cubeta se vende a 10 francos suizos, lo que le deja a Kamal una ganancia neta semanal de 25 francos suizos. Kamal se pone a hornear todas las tardes desde las 19 horas y sigue toda la noche. Luego de entregar su mercancía a sus clientes mayoristas en la madrugada, se retira a descansar por unas horas para luego ponerse a hornear de nuevo.
“La pandemia del COVID-19 no ha impactado directamente en mi negocio. La gente sigue comprando pasteles y bollos. Espero poder terminar la primaria, luego me inscribiré en secundaria y algún día en la universidad. También espero ahorrar para invertir en un horno de carbón”.
Ingredientes para unos 30 bollos: